La mirada que propone Cuba surge de negar la manipulación a la que son sometidos los derechos universales de los hombres y mujeres, y dentro de ellos, de los niños y las niñas, como una parte esencial.
Los DD.HH. son complejos: mientras algunos Estados —miembros también del Consejo— le ofrecen mayor preponderancia a algunos derechos políticos y civiles, al tiempo que los utilizan como herramienta de dominación y manipulación de la opinión pública internacional, otros Gobiernos, como el cubano, pone en el centro a la vida misma, a la actividad humana, a los derechos económicos, políticos y culturales en general.
Los derechos humanos son universales, por lo tanto, como la sociedad mundial en sí misma, diversos, plurales, particulares, sin perder por ello su carácter único. Deben imponer una conducta correcta, que nazca de la propia naturaleza humana de nuestra especie (la razón y la conciencia), sin por ello dejar de prever las múltiples formas en que los humanos expresan su identidad.
Cuba defiende precisamente eso: la pluralidad dentro de la universalidad y combate las posturas históricamente dominantes que hablan de «derechos» y omiten a una gran parte de la población del planeta.
Por ello, en su intervención en el Segmento de Alto Nivel del 28vo. período ordinario de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, el 2 de marzo de 2015, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla inició su discurso asegurando que: «Habría que dar voz en esta sala a los 842 millones de personas que padecen hambre en el mundo, los 774 millones de analfabetos adultos y los 6 millones de niños que mueren cada año por enfermedades prevenibles, quienes, como resultado de un orden internacional excluyente, injusto y desigual, no forman parte de la particular visión de los países del Norte sobre los derechos humanos y las libertades fundamentales». Cuba es en el Consejo, la voz de todos ellos.