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El móvil o teléfono celular

  Autor: Arturo Manuel Arias Sánchez. Profesor de Derecho. FH

Tenían razón los partidarios de Próculo, insigne jurisconsulto romano, al sostener que los infantes (esta palabreja significa “no habla”), al dejar oír su voz, luego del alumbramiento, probaban irrefutablemente su condición de nacidos vivos; con las centurias, Alexander Graham Bell y Thomas Alva Edison, y sus invenciones (también se atribuyen la paternidad del aparato un ruso y el italiano Meucci, menos conocidos), se encargaron de hacerlas escuchar en las distancias, mas no solo las de los recién nacidos sino, sobre todo, las de los adultos.

Así pues, desde entonces, el teléfono ha acercado, al menos en tiempo real, a los seres humanos, mucho más ahora con el celular (término acuñado por el inglés Roberto Hooke y arrebatado por esta industria) o móvil, portento tecnológico de la telefonía contemporánea.

¡Por Zeus! ¿Por qué Fidípedes, otrora ganador de una corona olímpica de mirto, no contaba con uno de estos ingenios para exclamar ¡Regocijémonos, ganamos!, y no caer exánime al concluir su carrera desde la llanura de Maratón (hoy, entonces, no contaríamos con esta modalidad atlética) hasta la encumbrada Atenas, anunciando la victoria aquea sobre las huestes de Darío, el meda?

¡Por Júpiter! De igual manera, ¿por qué Julio César no tenía a mano un celular para informar al senado romano de su aplastante éxito militar sobre los contumaces rebeldes del distante Ponto Euxino, y hacer escuchar su célebre frase Veni, vidi, vici (vine, vi y vencí) para alegría y desconcierto, respectivamente, de amigos y adversarios senatoriales?

Y, ¡por Dios! ¿Por qué el Adelantado de la Mar Oceana no poseía este artefacto para comunicar a Sus Majestades Católicas el descubrimiento de tierras más allá del poniente ibérico, en el otoño americano, y honrar así las Capitulaciones de Santa Fe?

Entre nosotros, el dichoso aparato ha servido más para controlar que para comunicar noticias trascendentes como las arriba enunciadas.

Con él, los jefes controlan a sus subordinados (aunque estos, en cierta medida, también ganan control sobre aquellos); con su uso, los maridos controlan a sus esposas pero, estas, a su vez, controlan a sus consortes; los padres controlan a sus hijos, en cambio, con su empleo, los vástagos logran controlar a sus progenitores.

Así las cosas, tanto control recíproco ha provocado también situaciones inverosímiles pero reales, como las que más abajo se relatan.

                                                                   I

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Le trepidaba el vientre; los espasmos fluían y refluían como las mareas; las asas intestinales, en convulso peristaltismo, anticipaban un colapso del esfínter anal: se apresuró hacia el retrete.

Ya aligeraba la presión en torno a su cintura cuando vibraciones electromagnéticas y un agudo chillido le alertan de la ansiada llamada; no vaciló: ¡Dime!, pronunció trémulo.

Su pituitaria olfativa se impresionó con un fétido olor proveniente de su inferior plano corporal y un magma pestilente y cálido le corrió corvas abajo, en pos de los talones del héroe griego.

                                                                 II

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Los cuerpos desnudos yacían fundidos en uno solo; los amantes, en el paroxismo del sexo, con rítmicos movimientos pélvicos, los subían y bajaban, en perfecta cadencia sensual, entre quejidos y suspiros, dando riendas sueltas a los potros del deseo.

Cercanos a la meseta del placer carnal, boca con boca, pubis contra pubis, manos crispadas y entrelazadas, estas con aquellas; sendos zumbidos extracorpóreos se dejan escuchar, y los amantes son sustraídos del éxtasis de la íntima comunión: la mucosa endometrial se relaja, la sangre, hasta ahora impetuosa, se hiela en las cavernas; destrenzados los dedos, a tientas, buscan los artefactos: ¡Dime!, musitan a dúo.

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                                                                III

parto

Experta en lances perinatales, el derrame de líquido amniótico que descendía a raudales por sus piernas, inequívocamente, le aconsejaba seleccionar la indumentaria apropiada para su ingreso hospitalario en la institución gineco-obstétrica; los dolores, reiterados y cada vez más intensos, avizoraban el alumbramiento en término.

Trasladada por su esposo al centro asistencial, ahí recibida por el personal médico y paramédico, y preparada convenientemente para el trabajo de parto, cuya insinuación arreciaba, arropó, bajo sus henchidas mamas, el prodigioso adminículo acompañante.

Ya en posición de parto, pujó una y otra vez; el dolor marginó su decencia, dando paso a groseras imprecaciones, salidas sinceramente de alma y cuerdas vocales, con tal profusión como los males de la caja de Pandora.

Con un pujo final, el vástago atravesó el canal del parto y se vino a la luz y a la vida extrauterina; entonces, la puérpera extrajo, mientras esto acontecía, el oculto celular, lo accionó y los primeros signos vitales del neonato quedaron apresados, en imagen y sonido, en el prodigioso aparato electromagnético.

El progenitor del recién nacido, con sonrisa dibujada en sus labios, apreció, gracias a aquel ingenio, las vívidas imágenes y sonidos procedentes del fruto de sus amores.

¡Feliz conjunción de ciencia e historia para constatar que su hijo vivía!

El sensato Próculo, una vez más, tenía razón: la voz emitida, escuchada por el padre en la distancia, gracias al celular, confirmaba la existencia de un nuevo ser.

                                                                  IV

CORDOBA, Ver. (23 de julio).- Los funerales de Israel Castillo Quijano; quien fuera lider de la CNPR del ingenio San Miguelito y fue ejecutado junto con su hermano Jonatan y un acompañante la noche del jueves a una cuadra de su casa, se realizaron durante la mañana de este viernes, donde solo estuvieron presentes familiares y amigos. /FOTOJAROCHA.COM/ Sofia Dorantes Chavez

Hasta cerca de la medianoche la funeraria estuvo animada con la asistencia de numerosos condolientes del fallecido, los que, luego de rendir el fingido pésame a los familiares del occiso, se aglutinaron según sexos, hábitos y gustos, y se enzarzaron en sabrosas pláticas, hasta que comenzaron a despedirse con débiles excusas o a la francesa, tomando la ruta de las de villa diego; antes, de cuando en cuando, en medio del clamor conversacional, el zumbido o timbre de los celulares se erguía sobre el vocerío.

Al fin amaneció el nuevo día con sus anhelos y desesperanzas cotidianas; para las 8 de la mañana se había fijado la partida de la procesión fúnebre, y así fue.

Entre seis hombres fue levantado en vilo el pesado ataúd y conducido hacia la abierta portezuela del coche mortuorio; la escasa concurrencia se puso en pie, como postrer tributo al amigo desaparecido.

No bien los cargadores de los despojos mortales habían echado a andar unos pocos pasos en el silencioso salón, un celular repicó a vuelo una estruendosa música de la peor ralea; atónitos, unos y otros intentaron localizar su ubicación para acallarlo; algunos de los presentes palpaban en sus bolsillos o carteras pero los suyos observaban respetuoso silencio para la solemne ocasión; mas la horrísona melodía no cesaba.

Uno de los cargadores del féretro, más próximo a la cabeza del difunto, pudo percibir un ligero temblor que se expandía, casi insensiblemente, a lo largo del cristal que, a manera de aspillera, había permitido a los curiosos envalentonados apreciar el rostro amarillento de quien iniciaba su postrer viaje, trunco en la misma arrancada por el estrépito de un celular inoportuno.

Acercó su oído a las paredes de madera del traje a la medida, investido por el occiso, y con manifiesto asombro, exclamó: ¡Aquí está!

De nuevo el ataúd fue colocado sobre la plataforma que le sostuvo toda la noche y, convocado el funerario de guardia para destornillar su tapa, cubierta de basta tela gris, cuando la desagradable música resurgió con toda su fuerza, ahora libre de pantallas acústicas.

Con increíble sangre fría, el operario comunal de sarcófagos, introdujo su brazo por entre las malolientes mortajas y extrajo el nada pudoroso adminículo electromagnético.

Este incidente, tan singular, será recordado por mucho tiempo entre nosotros y con él, el difunto, amén de que aleccionará que, de ahora en adelante, el cadáver, antes de ser depositado en la caja funeraria, debe ser revisado integralmente, en busca de celulares, so pena de repetir esta escena, propia de lo real maravilloso americano.

Finalmente, el propietario del celular prefirió perderlo antes que revelar su identidad y le imputaran su desidia; el empleado de pompas fúnebres se quedó con él.

 V

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Las campanas doblaban por quien yacía a la espera de su entrada definitiva en la ciudad de los muertos.

Depositado el féretro, con su carga, en el interior del coche fúnebre, la corta caravana que lo seguía, se encaminó al cementerio.

En el camposanto, un improvisado orador, desafiando los impulsos electromagnéticos, sin recato, soltados a rebato por los celulares de los condolientes, exaltó las virtudes del fallecido y omitió sus defectos morales; concluido el discurso, los más allegados al difunto mostraron su agradecimiento al apologista; luego, a pie, la luctuosa procesión se dirigió hacia el panteón donde reposarían por toda la eternidad los despojos mortales del finado.

El ataúd descendió lentamente hasta descansar en la sima de la fosa cavada a propósito; a seguidas, varios concurrentes tomaron terrones en sus manos y los arrojaron delicadamente sobre el sarcófago; su golpeteo sobre la tapa funeraria, estremeció a los presentes, los que mascullaban una oración acompañada del persigno cristiano; luego, dos sepultureros, estimulados con la suma dineraria prometida por su ejecución, impetuosamente palearon la arcilla amontonada al borde de la zanja, y en pocos minutos, sobre el sarcófago se levantó un domo terrario cubierto con varias coronas tejidas sin gusto alguno.

Concluida la inhumación, unos pocos rezagados lanzaron de soslayo una mirada lastimera sobre el lote de terreno que semejaba un escaque de tablero de ajedrez, entre tantas opulentas criptas.

La noche otoñal sobrevino con su negro manto; la luna llena afloró de golpe y argénteas sombras iluminaron la soledad de las bóvedas graníticas; el aullido de un perro rompió el silencio del lugar, impregnándole un hálito sombrío y fantasmagórico.

De pronto, el gemido metálico de un celular se escuchó desde la profundidad de la tumba recién ocupada; espantado, el custodio de ronda en la necrópolis huyó, perseguido por el incesante y etéreo zumbido, que, cual ánima en pena, clamaba por un oyente.

¡Oh, celular! ¡Mimético y ubicuo ingenio, impronta de nuestros días; desde el nacimiento hasta la muerte nos acompañas, como la personalidad jurídica!

Amén.

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4 comentarios en “El móvil o teléfono celular

  1. —Muy bueno, interesante y jocoso artículo sobre el dichoso «móvil o teléfono celular» que en el mundo de hoy forma parte de la mayoría de las personas y de la vida cotidiana; y que sin lugar a dudas llegó para quedarse. También continuará perfeccionándose y extendiéndose debido a la moderna comodidad que ofrecen.

    —Debe señalarse que también poseen efectos negativos generados por su uso excesivo:

    1.-Afectan el sueño.
    2.-Aumentan los niveles de estrés.
    3.-Aumento de radiación y ondas electromagnéticas para el cerebro.
    4.-Aumentan el riesgo de enfermedades en su sistema inmune.
    5.-Generan problemas de visión y auditivos.
    6.-Incremento del riesgo de dolor crónico (dolor dactilar y síndrome del túnel carpiano).
    7.-Dependencia exclusiva y nomophobia (miedo extremo a salisr de casa sin el celular).
    8.-Pueden acarrear depresión y aislamiento social.
    9.-Otros.

  2. Muy buen comentario pero te faltó decir que cuando suena miran el número que llama y van al teléfono público a responder no lo utilizan, la mayoría de las personas, para comunicarse sino para controlarse, o para demostrar que tienen el aparato mas moderno o simplemente que lo poseen y disertan de los múltiples tipos que existen entre otros. Pero que útiles son!

  3. Estimado colega lector:
    Si te estimas exagerado lo que escribí sobre el celular,busca en Cubasí de hoy un distraído que,mientras hablaba con su dichoso celular,cayó al fondo de las cataratas de Iguazú,en Paraguay.
    ¿Qué te parece=

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