Autor: Arturo Manuel Arias Sánchez. Profesor de Derecho de la Facultad de Humanidades
La grandeza del Diez de Octubre pespunteó en la desmemoria el Día Antes.
Corría el mes de octubre, siempre pletórico de fechas patrias, de un año final de la vencida centuria, cuando me correspondió oficiar el matutino en un centro de trabajo, “de cuyo nombre no quiero acordarme”; y en mi invocación patria, recordé con fervor las efemérides más señaladas de su primera quincena; ilustré, también, sobre la del Día Antes.
Al escucharme, los rostros demudaron desde el cándido asombro, revelador de ignorancia bizantina, hasta el rictus descreído en tres o cuatro de los oyentes.
Al día siguiente fui conminado a comparecer, en audiencia privada, ante las autoridades administrativas y políticas de la entidad; en su presencia, censuraron mi “desliz histórico”, calificado de perturbador y diversionista.
Vaticinan algunos ideólogos y políticos norteños, a pesar de su acentuada ascendencia nipona o prosapia africana, que la historia arribó a su fin, o que, simplemente, bastaba con voltear la página y olvidar lo pasado.
Nosotros, por el contrario, enzarzados en polémicas sobre afanes para su rescate y modos atinados de enseñarla, no podemos desconocer eventos patrióticos que por pequeños que parezcan, también enaltecen, en grado sumo, los valores de la Historia de Cuba.
En el medio día del 9 de octubre de 1868, Pedro de Céspedes y del Castillo, hermano de quien sería el Padre de la Patria, bajo el liderazgo y por órdenes expresas de este, se levantó en armas contra el dominio español en la finca “La Caridad de Macaca”. Fue aquí donde se escuchó, por primera vez, el grito de “¡Viva la Libertad!”, un día antes que el glorioso de Yara.
No pretendo presentar a Pedro de Céspedes como la personalidad de mayor relieve en el pronunciamiento libertario del Diez de Octubre, cuya jefatura indiscutida, el movimiento revolucionario oriental había depositado en Carlos Manuel.
Solo intento la reivindicación en la memoria histórica del intrépido bayamés, héroe de “La Caridad de Macaca”, patriota sin tachas, fiel colaborador del Padre de los cubanos y expedicionario del buque “Virginius”; luego, hecho prisionero del brigadier español Juan Nepomuceno Burriel, quien le propuso, alevosamente, respetar su vida y las de los demás expedicionarios, a cambio de que Carlos Manuel se entregara; su digno rechazo a la vil oferta y, consecuentemente, su fusilamiento el 4 de noviembre de 1873.
¿Por qué, entonces, yace olvidado el 9 de Octubre de 1868 y su clarinada mambisa?
Los textos de Historia de Cuba, las efemérides nacionales publicitadas en los medios masivos de información y las clases que se imparten en todo nuestro sistema educacional, apenas si lo mencionan.
¿Acaso es más trascendente, como evento histórico, la Protesta de Baraguá que la de Jarao?
La Historia semeja un gran río, nutrido por sus afluentes menores, cuyo caudal aumenta según el número de estos, y lo embravecen: el Diez de Octubre es corriente impetuosa, el Nueve de Octubre, arroyo tributario.
Dos meses después de cometido mi “desliz histórico”, emplacé a los juzgadores a que escucharan mis razones fundadas: no estaba solo, me acompañaban la investigación intitulada “El Alzamiento del 9 de Octubre en Macaca” de la doctora Adolfina Cossío Esturo, publicada por la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba, en el año 1975 (en ella se narran los acontecimientos del Día Antes) y una misiva personal (todavía la conservo) remitida por el historiador de la ciudad de Manzanillo, refrendando la veracidad de lo acaecido en la fecha.
Nada respondieron los inquisidores.
Desde entonces, rememoro en mis alumnos, año tras año, cada vez con más ahínco, el 9 de Octubre de 1868, el Día Antes.
Nota (Información tomada de EcuRed)
Pedro de Céspedes y del Castillo. Coronel del Ejército Libertador y hermano del primer presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes. Se alzó desde el primer momento de la Guerra del 68 secundando a Carlos Manuel. Viajó al extranjero para recobrarse de su deteriorada salud y al regresar a Cuba en la última expedición del Virginius, fue detenido por un buque de guerra español, conducido a la ciudad de Santiago de Cuba y fusilado.
El 9 de octubre de 1868, siguiendo indicaciones de su hermano Carlos Manuel, Pedro se alza y, con toda la familia, se dirige hacia la Sierra Maestra. Pocos días después, en Nagua, ambos hermanos se reúnen y ocurre la fusión de sus respectivas fuerzas.
En 1871 por las urgencias del hambre y la necesidad, Pedro se vio forzado a tomar una desesperada decisión: las mujeres y los niños de la familia debían ser entregados al enemigo. Solo así escaparían a la muerte por inanición. Situados junto a un camino real por donde debían pasar tropas españolas, cayeron prisioneros y finalmente fueron a dar al exilio jamaiquino. Meses después, a fines del mismo año, Carlos Manuel envió a Pedro de Céspedes, en compañía de los coroneles Luis Pacheco y Pío Rosado, en misión confidencial ante Francisco Vicente Aguilera, que se encontraba en Nueva York. También llevaban el encargo de entregar a la viuda de Perucho Figueredo la empuñadura de la espada de este a Ana de Quesada, esposa del presidente Céspedes, la célebre abanderada de La Demajagua.
El estado de salud de Pedro de Céspedes era critico en esta época, por lo que no pudo cumplir la misión a él encomendada. Se agravó de tal modo su enfermedad que los coroneles Pacheco y Rosado decidieron dejarlo en Jamaica y marchar ellos solos a Nueva York a cumplir su cometido.
Los cuidados familiares, y la alegría de reunirse con su familia, mejoraron lentamente la precaria salud de Pedro, que permaneció en Jamaica todo el año de 1872 y parte de 1873. Pero lo agitaba una gran inquietud de espíritu, que se refleja claramente en las cartas que se conservan de su yerno, el coronel Estrada.
- Si todos los hombres que se hallan allí sanos y jóvenes – le ecribió este – pensaran como Ud., la pobre Cuba no sería tan desdichada (…) Ud. dice que la patria es antes que todo. Yo creo que es así, pero no contando con el inconveniente de los males que lo aquejan a Ud. Los patriotas de aquí saben los esfuerzos que Ud. ha hecho y hace por venir a acompañarnos en la contienda.
Luego escribiría a la esposa:
- No sé Pedro q. viene a buscar a Cuba ya viejo enfermo cargado de familia, á exponerse por el mar en la travesía, ojalá ya q. no pueda evitar el q. venga, q. llegue con felicidad…
Pedro de Céspedes ya estaba desauciado por su enfermedad. Después de su fusilamiento, su médico de cabecera confesaba a la familia del mártir que este, en ningún caso, hubiera podido vivir un año más.
En un esfuerzo supremo decidió marchar a Cuba. Fue uno de los expedicionarios que el 24 de octubre de 1873 salieron de Kingston, rumbo a Cuba, en la malhadada expedición del “Virginius”.
Gracias Arturo por perseverar en la divulgación de ese hecho, poco conocido, de la historia de Cuba, de esa manera se enriquece nuestra memoria histórica.
«La Historia semeja un gran río, nutrido por sus afluentes menores, cuyo caudal aumenta según el número de estos, y lo embravecen: el Diez de Octubre es corriente impetuosa, el Nueve de Octubre, arroyo tributario»
En esta cita se demuestra que todo tiene un antecedente y un consecuente; que no podemos pretender que las personas se apasionen con la historia si no sabemos contarla. Cada detalle cuenta.
Excelente artículo de mi colega Arturo Arias. Digno de publicarse además, en otros medios de comunicación. ¡Felicidades!
Arturo !Excelente! como siempre digo, cada vez que leo algo escrito, o pulido por tu sapiencia.
No obstante, el artículo ha provocado ciertos comentarios entre nuestros colegas, lo que es bueno porque es señal de que se ha leído y ha sido tema de meditación; aunque no veo las razones porque tu trabajo no emplaza a suspender las conmemoraciones del 10 de octubre ni a mermar la grandeza de tan sublime acto dirigido por un patricio cubano cuya hidalguía nadie discute.
En efecto, antes del 10 de octubre ocurren acontecimientos como el que aludes, y también deben preservarse en la memoria. Mas, en mi opinión, es el 10 de octubre la fecha de inicio porque es precisamente cuando la acción redentora se acompaña de un pronunciamento que plantea fines y objetivos de la contienda que se inicia, cuando se declara la libertad de los esclavos que se incorporan a la lucha y cuando Carlos Manuel da libertad a los suyos.
Si fuésemos a considerar el inicio el día antes (9 de octubre) atendiendo a circunstancias como la descrita en el susodicho artículo «El día antes», también podríamos considerar como inicio el día que se detecta el mensaje con la orden de apresar a Céspedes, o la conocida «Convención de Tirzán» donde se trató de llegar a acuerdos sobre el inicio y no se logra el concenso. Mas entiendo perfectamente tu trabajo, es verdad que en la historia quedan fechas y actos que permanecen en el olvido.
Sobre la trascendencia de Baraguá con respecto a Jarao, solo puedo dar mi criterio: ambas trascienden en la historia como símbolos de la intransigencia de la vanguardia revolucionaria de 1868.
Baraguá alcanza mayor renombre primero, por su inmediatez después de Pacto del Zanjón; segundo, porque se trata de una protesta frente a las autoridades españolas (En este caso Martínez Campos) y tercero, porque a diferencia de Jarao, en ese acto no se deponen las armas.
Jarao trasciende en el tiempo como una protesta que se inicia desde que se firma el Pacto y se extiende hasta el 15 de abril de 1879 en que Ramón Leocadio Bonachea firma «El Acta de Jarao», en la que plantea que depone las armas pero manifiesta su inconformidad con el pacto y deja constancia expresa de que donde quiera podrán contar siempre con su espíritu y benevolencia para continuarla lucha. Ambas son dos actos sublimes que se inscriben en las más puras tradiciones históricas, rebeldes e intransigentes de nuestro país.
Amigo Arturo siempre es bueno escribir sobre aquellos aspectos que aparentemente no son muy divulgados aunque en el caso que te ocupó hace exactamente 79 años que Adolfina Álvarez hizo público en una investigación donde devela las circunstancias en que el hermano de Céspedes, por orden del propio Padre de la Patria, va a la manigua ya que el día 7 de octubre a Carlos Manuel le hacen llegar la información de la orden de apresamiento de los conspiradores y este, por la cercanía de los ingenios, informa del adelanto de la fecha del alzamiento, ya que el 6 de octubre había sido acordada para 14 del propio mes en el Ingenio El Rosario y donde Pedro no estuvo pues allí se leyó el programa de guerra que el 10 de octubre fue firmado por los presentes. Por tanto en la Macaca solo hubo el cumplimiento de una orden sin autoridad para desarrollar un pronunciamiento y este supuesto alzamiento se ejecutó para escapar de la represión española que solo es destinado al nombre de Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo.
Si aceptamos lo sucedido en la Macaca como el inicio, tendríamos que aceptar también que desde el mes de junio de 1868 ya existían hombres en Las Villas y específicamente en la jurisdicción de Sancti Spíritus escapando de la ley y que no fueron reconocidos como insurrectos hasta febrero de 1869.
Sería importante para abordar esta y otras temáticas que producen dudas por desconocimiento, tener presente la consulta de documentos tales como el texto Dos fechas históricas, de Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo, así como la consulta a personas especializadas en temas de Historia de Cuba que en nuestra institución están desde el Departamento de Marxismo e Historia.
Me uno al comentario del atinado profesor Ysrael Coca Monteagudo, aunque me gustaría decir que Baraguá y Jarao tienen puntos de contacto, pero se desarrollan en circunstancias distintas y por tanto los efectos tienen que ser distintos para la época y para nuestros tiempos.
Coca coincido plenamente con tu reflexivo análisis sobre «El Día Antes», así como el relizado por el profesor MSc. Carlos Gómez, que no sé por qué no apareció publicado. Mi respeto y admiración por el profesor Arturo, pero esos son sus criterios y se le respetan; yo tengo los míos que también deben ser respetados. Aunque estamos en tiempos de debate y reflexión, no creo oportuno, ni prudente expresar nada con relación a lo publicado y otros criterios emitidos en los comentarios. Solo aconsejaría a toda la comunidad universitaria profundizar más en lo que antecede al » glorioso 10 de Octubre de 1868″.