Palabras del presidente de la Cátedra Honorífica «Ernesto Che Guevara» en el matutino especial del día 9 de octubre, profesor Guillermo Luna Castro
“¿De qué temas les gustaría a ustedes que se discursara en el acto central dedicado al Che en el 50 aniversario de su desaparición física?”, pregunté a dos estudiantes. Él me contestó «que de la fecha y circunstancias de su muerte»; y ella agregó, sin responder lo que se le preguntaba y sin esperar réplica, que Che era el único hombre mayor al que ella se entregaría en matrimonio, porque lo adoraba.
A él le aseguré, sobre la fecha en que lo mataron, que no había la más mínima duda: el día 9 de octubre de 1967, aunque las circunstancias se siguen manipulando de tal forma, que si los seguidores de Che no nos sublevamos contra esas tergiversaciones y oportunismos, como los de Félix Rodríguez, su asesino de la CIA, los enemigos de la patria darán un golpe tremendo a la memoria fértil. A ella le dije que adorarlo no es malo, siempre y cuando lo sepa bajar de los pedestales donde la fe no se sustenta en la verdad y la virtud de una vida y una obra de futuro.
Hoy es uno de esos días en que la memoria caprichosa me hace temblar, porque soy de los que no aprecia a las personas por lo que representan ser, sino por lo que han hecho en todos sus años; y Che, con su adarga al brazo de vuelta a su camino, sigue siendo uno de los imprescindibles en esta hora crucial, porque hay que ser muy tonto o necio como para no darse cuenta que los momentos decisivos para el proceso revolucionario cubano están llegando con prisas y hacen falta más que nunca columnas sólidas que lo sostengan.
No es momento este, como nunca deberá serlo después, para la pompa histriónica o el inútil discurso, sino para la vindicación del adalid de la América sufrida e injusta, quien forma parte inherente de la base que lo levanta todo, del tronco que aguanta los pilares, de las esencias que sustentan lo por venir para triunfar ahora, como lo hizo él en su tiempo histórico, por encima de la miseria humana de quienes dentro y fuera de nuestro cubanísimo archipiélago, obran para destruir y no fundar.
Por eso, para las personas que aman a Cuba y la quieren inmensa en el porvenir, sigue siendo un referente extraordinario aquel que hablaba de frente, mirando a los ojos, para decir las verdades; aquel que quiso aprenderlo todo no para su gloria, sino para engendrar conocimientos y razones; aquel que se reinventó el goce moral por el trabajo, sin algarabías, convocándose antes de convocar; aquel que rechazaba por igual al malicioso y al oportunista; aquel que respetaba a todos y a sí mismo; aquel que no decía “hagan”, sino “debo hacer”; aquel que no expresaba “no se puede”, sino “haremos”; aquel que pensaba por sí mismo, y dejaba pensar; aquel que no era puro o santo, sino hombre entero de mil principios y sueños por hacer.
Vigente está su obra y también su vida, pero nunca lo estará más porque lo afirmemos bellamente en todas las tribunas, sino porque las personas que quieren que en Cuba siga habiendo una revolución genuina, democrática, popular y socialista como la que ayudó a crear este forjador de sueños alcanzables, asuman conscientemente su valía real, no de leyenda, y se yergan con su ejemplo práctico en su cotidianidad social, en tanto se afinquen más en sus ideas, en su espíritu irredento, en sus sueños de victoria y, sobre todo, en el conocimiento de su pensamiento y acción rebelde.
Esta es una hora especial: deberíamos levantarnos todos, sin miramiento, empujados por ese gigante, para hacer cualquier cosa que valga la pena por nuestra patria grandiosa, que hoy se redime a sí misma y repite con esa fuerza más, como un verdadero Guerrillero Heroico, que dentro de Cuba el humanismo y el colectivismo deberán seguir siendo leyes primeras, en tanto no olvida que, como decía Che, el imperialismo acecha todos los días con la más negra de las intenciones y por ello, como hoy, nos ha mostrado que no se puede descansar en una revolución.
Hoy es día de rendir cuenta ante la historia y por ello deberíamos preguntarnos cuán vivo está ese grande de América y el mundo entre cada uno de nosotros, para saber si sigue fundando en cada obra de ahora mismo o si solo es figura decorativa de nuestro pensamiento menos ilustre.
Para eso, todos tenemos la palabra, desde los silencios propios; pero no quiero, al final, dejar de decir dos ideas: a los timoratos, dejen tranquilo al Che; y a los demás, que somos mayoría, esos que, aun cansándose, no se cansan al final, y que lo reverencian con verdadera justicia a diario, con el saludo que da la bienvenida al viajero que trae la buena nueva, como siempre hace Él, acompáñenme para decirle: Comandante Che Guevara “Hasta la victoria siempre”.
Mis felicitaciones para el profe Guillermo que nos hizo vibrar ante su discurso metafórico y real al mismo tiempo…sentido y optimista, esclarecedor y traslúcido por las utopías del guerrillero heroico……gracias por hacernos sentir felices desde esta tierra donde sabemos que el Che y también Fidel, nos acompañarán por siempre…..son presencia y no ausencias…hoy más que nunca.