Tomado de Granma. Por: Sergio Alejandro Gómez
El Gobierno de Donald Trump anunció la semana pasada la creación de un mecanismo dedicado a Cuba en el campo de internet. El término utilizado para designarlo en inglés fue «Cuba Internet Task Force». La forma de traducirlo al español depende más del contexto que de las palabras utilizadas.
«Task Force» proviene de la esfera militar y define una unidad temporal establecida para trabajar en una operación o misión concreta. Su traducción literal sería «fuerza de tareas», pero los lingüistas recomiendan utilizar «fuerza operativa» o «grupo operativo», que tienen más sentido en español.
Entre los angloparlantes, «task force» saltó del ámbito militar al de los negocios y la gestión empresarial, donde cambió parcialmente su sentido. En esos casos, su referente en español podría ser «grupo de trabajo».
Cuando Granma reportó la noticia, usó la traducción «Fuerza de Tareas en internet contra Cuba», asumiendo su acepción militar. Sin embargo, el sitio web de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, y otras fuentes oficiales de Washington, lo referenciaron como «Grupo de Trabajo de Internet para Cuba».
¿Qué fue entonces lo que creó el Departamento de Estado? ¿Se trata de un filantrópico «grupo de trabajo» para regalarle acceso a los cubanos a la red de redes o una «fuerza operativa» para subvertir el orden interno?
Aunque la primera reunión del mecanismo está programada para el 7 de febrero próximo, existen datos suficientes para ofrecer una respuesta.
El Gobierno de Barack Obama no escondió su intención de priorizar el sector de las telecomunicaciones con objetivos de influencia política, pero ambos países dieron pasos concretos en este campo a partir del 17 de diciembre del 2014. Varias empresas de tecnología de Estados Unidos se acercaron a Cuba y algunas como Google firmaron acuerdos para facilitar sus operaciones en el país. Las principales compañías de telecomunicaciones norteamericanas, asimismo, establecieron convenios con Etecsa para mejorar el tráfico de datos y la activación del servicio de roaming.
La idea que propone ahora el Departamento de Estado va por un camino distinto al reforzar las intenciones subversivas de la administraciones precedentes.
En la convocatoria pública de la semana pasada se habla de integrar «funcionarios gubernamentales y no gubernamentales» para «promover el flujo de información gratuita y no regulada en Cuba». El grupo se encargará de «examinar los desafíos tecnológicos y las oportunidades para ampliar el acceso a internet y los medios de prensa independientes en Cuba».
Si bien todavía los aspirantes no son públicos, fuentes cercanas a la iniciativa aseguran que habrá presencia del Departamento de Estado, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid, por sus siglas en inglés) y la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB, por sus siglas en inglés), que acoge a dos reliquias de la época de mayor agresividad entre La Habana y Washington: Radio y TV Martí.
El coctel propuesto es el mismo de las operaciones encubiertas de la CIA en el pasado. Resulta un retroceso a las políticas de la Guerra Fría y a métodos que ya demostraron su inefectividad para lograr cualquier cosa que no sea tensión entre los dos países.
En la época de Obama se dieron escándalos notorios como la revelación de los planes de ZunZuneo y Commotion, que los medios estadounidenses utilizaron para ilustrar el fracaso de la estrategia hacia Cuba.
Millones de dólares de los contribuyentes fueron desperdiciados en intentar crear redes clandestinas o sistemas similares a Twitter, utilizando a contratistas extranjeros e incluso norteamericanos, que violaron las leyes cubanas como las de sus países de origen al atentar contra la seguridad del Estado. Algunos de ellos fueron apresados y juzgados por ese motivo.
No hay margen para la ingenuidad. La «Fuerza Operativa» que propone Washington está anclada a los preceptos de la Guerra No Convencional, que busca desestabilizar gobiernos soberanos apelando a la manipulación de la información, la fabricación de falsos líderes y la generación artificial de descontento.
Más que una discusión sobre semántica, el tema de fondo son los planes de la nueva administración estadounidense contra Cuba y sus posibles consecuencias. No se puede olvidar que el diablo está en los detalles y el lenguaje es, sobre todo, ideología.