El próximo lunes 25 de febrero, a las 12:30 p. m., en la Sala de Historia de la UNISS, el colectivo del Departamento de Historia y Marxismo-Leninismo rendirá un homenaje al profesor Rolando Rodríguez Miranda, en ocasión del aniversario de su deceso. Se realizará una exposición en los predios de la sala y se compartirán opiniones, anécdotas, y experiencias al lado de quien fuera integrante de ese colectivo por más de veinte años. Está invitada toda la comunidad universitaria.
Uno de sus discípulos y compañero de trabajo, escribió las siguientes reflexiones acerca de la personalidad de este hombre que tanto aportara a la docencia y al conocimiento de la Historia desde su aula y acompañado de la tiza y el borrador.
El profe Rolo
Febrero siempre nos llega con sus mensajes de amor y amistad; pero en ocasiones, el destino no hace travesuras no siempre felices. Me avergüenza confesar que olvidé el día exacto en que, febreros atrás, el profe Rolo nos dejó para marchar a la inmortalidad.
Poseo muy bellos recuerdos del profe Rolando, sobre todo de mi etapa como estudiante. Nos formábamos en aulas de tablones, donde se confundían las voces de los profesores que coincidían en el mismo turno desde sus aulas. Sin embargo, en la del profe Rolo podía escucharse el zumbido de una mosca al pasar. ¡Aulas de tablones!, ¡y a mucho orgullo! Hoy nos preocupamos tanto por la infraestructura y nos lamentamos de tal o más cual carencia. Volvamos la mirada atrás, tan solo unos añitos, a una época en la que importaban más el amor y la pasión, y menos las estructuras constructivas que nos rodeaban. Gran parte de los profesores de Historia de esta provincia crecimos entre aquellas paredes. Y creo no equivocarme cuando, a nombre de todos, afirmo que fueron años trascendentales en nuestras vidas.
Al profe Rolando muy pocas veces lo vi con papeles a cuestas; llegaba a su clase, impecablemente vestido, apenas con borrador y tizas. Por aquel entonces comenzaba el boom de los papeles y la tecnología; y al profe dos materiales le eran suficientes para remontarnos a años atrás. Supongo que su “descuido” con los trámites burocráticos debió traerle uno que otro problema. Con él te enterabas de todos los chismes de la historia. Disfrutábamos tanto enterándonos de las aventuras amorosas de Hitler, la desenfrenada vida sexual de Rasputín, y los descalabros amorosos de la zarina rusa.
No se le escapaba una. A veces lo provocábamos, y con ánimo de poncharlo, le lanzábamos una recta durísima. Nos metíamos noches enteras fabricando preguntas o hurgando en detalles tan insignificantes de la Historia con tan de «cogerlo fuera de base». Bateó todo lo que le arrojamos: rectas, curvas, tenedor; jamás se “ponchó”. Nos asombraba cómo en una sola cabeza pudiera almacenarse tanta cultura.
Le apasionaba sobremanera el tema de la Segunda Guerra Mundial. Con él éramos protagonistas en los frentes de batalla contra el odioso régimen fascista, sentíamos en nuestra piel el sufrimiento de los prisioneros en los campos de concentración, y nos indignaban las actitudes de ciertos criminales, que con descarada sangre fría, decidían el destino de miles de seres humanos.
Su incansable alabanza a la belleza femenina, y sus grandes dotes para narrar chistes se congeniaban para ofrecernos sus pintorescos piropos, que lejos de provocar el enojo de sus bellas colegas de trabajo, provocaban la carcajada colectiva. Y es que en el profe Rolando se combinaban el humor sano y la caballerosidad.
En ocasiones (muchas) llegaba y nos decía, “¿sobre qué quieren CONVERSAR hoy?”, y su clase, casi ni clase, se convertía en la mejor de todas. Discutíamos de todo: política, música, pintura, sexo, cine, literatura, pelota. Fueron mis mejores debates y reflexiones. Amante del buen cine y de la música, inculcó en nosotros una cultura de la crítica. Sus turnos siempre comenzaban con un comentario de los filmes vistos en la semana, desde el clásico que veíamos en Historia del Cine, hasta el bodrio, visto en la madrugada del sábado.
A veces me entristece que nuestros estudiantes, los que ahora formamos como profesionales del área de Marxismo e Historia no cuenten con la oportunidad de tenerlo como profesor. El destino intentó separarlo de nosotros, pero no cumplió su objetivo. El privilegio de haber compartido con él, como estudiante, y luego como compañero de trabajo, hizo de mí una mejor persona. Gran parte (casi todo) de lo que soy se lo debo a él, como a otros tantos profes que hoy son mis compañeros de trabajo.
Por eso, y otras tantas razones, no puedo, no quiero dejar pasar otro febrero sin recordarlo. Y sin riesgo alguno de que lo que ahora escribo pueda parecer un “rancio panfleto”, lo recordaré concibiendo lo mejor que él formó en mí:
IMPARTIR MI MEJOR CLASE DE HISTORIA.
Virgilio Companioni Albrisa, febrero de 2019.
Merecido homenaje. !Cuánta falta nos hace la humildad en estos tiempos! También recuerdo las clases del profesor Rolando, no olvido su colección de música del ayer.
El Rolo fue mi tutor y amigo. Creo que Virgilio hizo una fotográfica descripción del más grande exponente en cultura general integral que ha conocido la universidad espirituana. MIs pensamientos siempre lo tendrán presente. Es hora de concretar una idea que he manifestado en algunos espacios sobre instituir un reconocimiento, premio o similar a quien se destaque por la labor política e ideológica y la cultura general integral. Que viva por siempre el Rolo
Confieso. Para escribir este comentario, después de leer tu artículo, he tenido que hacer todo el acopio de masculinidad y hombría posibles; por aquello que nos inculcaron de que «los hombres no lloran». Me sumo incondicionalmente a tus palabras, porque Rolo está en todos nosotros, está todos los días en nuestro departamento y caminando por este edificio, que fue suyo por muchos años. No como un alma en pena, porque sus hermanos de lucha diaria (Mariano, Reigosa, Rosy, Mendiola, Enebral, Artiles entre otros) y sus discípulos (Yaney, Lavinia, tú Virgilio, yo y muchos otros) continuamos defendiendo su legado, sus virtudes y todas sus enseñanzas de hombre sencillo, humilde, jaranero y cubanísimo. Es cierto, febrero se llevó a nuestro profesor y amigo, pero no se llevará jamás el amor a esta profesión que el Rolo y sus compañeros de aquellos años difíciles inculcaron en nosotros.
Era mi amigo, me gustaba mucho conversar con él, me enriquecía con sus conocimientos. También era un hombre amable, cautivador, bello. Un profesor Excelente, comprometido con su tiempo y con la Revolución, ejemplo para el claustro
El profe Rolando siempre ha sido de los más queridos por su capacidad para ser profesor, amigo y un ferviente revolucionario. En él se conjugaban tan perfectamente el saber infinito y los versaderos sentimientos del mejor ser humano. Con él, tal como aseguran mis compañeros, aprendí cómo se enseña la historia desde las formas más creativas y se educa con el ejemplo. Orgullosos de haber sido sus alumnos y comprometidos con su presencia. Lo amamos infinitamente y nunca satisfechos con el tributo que le rendimos, siempre merece que lo que hagamos retribuya lo que nos enseñó.
Olvidé también yo el día de su fallecimiento, a pesar de las angustias que me provocó su muerte. Mas lo recuerdo , casi a diario, cuando escucho a Sabina, cuando enuentro un acto de humildad, una sonrisa sencilla, leo la poesía de Miguel Hernández, de Machado, o simplemente recuerdo cuando en medio de los apagones del Período Especial fui a leer en el Hospital Provincial -único lugar donde había corriente-, el texto orientado, «porque al profesor Rolando no le puedo fallar».
Siempre agradeceré a los grandes profesores con que conté en mi formación universitaria, está entre ellos el ilustre, el paradigmático, el talentoso, el amante padre…: Rolando Rodríguez.
Cómo olvidar a quien nunca sus estudiantes le fallaban, recuerdo aquel «Encuentro con Clío», preparado con tanto amor por el Rolo, y el destino le jugó la mala pasada, tuve que llenarme de valor para pedir a los estudiantes entristecidos y casi decididos a no participar en el encuentro ya pactado con la UCP de Cienfuegos, que por él, por su memoria y por todo lo que les había aportado, había que luchar y vencer. ¡Con qué garras ganaron esos muchachos y muchachas aquel encuentro! Gracias a ellos por ser tan fieles a su querido profe.
Yo también estuve a su lado hasta el último momento, lo admiraba mucho por su humildad y su sapiencia, y por su desinteresada ayuda a quien la necesitara.
¡Qué falta nos hacen muchos ROLANDO!
No puedo siquiera intentar encontrar las palabras que pudieran reflejar fielmente la imagen, la acción, el ejemplo y la proyección a perpetuidad que nos legó Rolando. Para unos fue un conocido, para otros su compañero o amigo …para mí… el hermano. Ese es el hermano que veo a diario en cada uno de los avatares de la vida cotidiana porque así nos relacionábamos. Día a día nos visitábamos mutuamente, aún después de haber compartido y hablado ampliamente durante el horario de trabajo en la UCP ¡Así son los hermanos! No hay tema que por fácil o complejo, superficial o profundo, agradable o desagradable no repasáramos por una u otra razón; pero, con independencia de nuestra hermandad, reconozco al hombre de palabra y acción, de cultura enciclopédica y fidelidad a toda prueba. Su formación familiar y la hidalguía que le trasmitieron sus padres, lo convitieron en monumento vivo de lo humano y sensible, a tal punto que cuantos lo conocieron resaltan en sus primeras palabras al hombre de sonrisa amplia que no escatimaba esfuerzos por complacer a los demás a cuenta de su propio sacrificio. No ambicionaba nada porque su mayor riqueza era el enorme caudal de conocimientos que socializaba generosamente con todo el mundo. Excelente padre, hijo, esposo, amigo y hermano; está y estará con nosotros en presente y no en pasado para siempre. Doy gracias por haber tenido la suerte de contar con un hermano sin tacha. La muerte pudo vencer el cuerpo pero no su esencia ni a los corazones que como el mío tienen un buen espacio reservado para él.
¡Hermano, en las buenas y las malas estuvimos y estamos juntos!
Con lágrimas en los ojos quiero decir algo de Profe Rolando, no tuve el privilegio de ser su alumno, pero fue para mí un paradigma , siempre admiré su sencillez , modestia y esa maestría pedagógica, esa aparente calma para enseñar conocimientos históricos y pra formar esos verdaderos valores que forma un maestro de verdad. Esa era Rolando. Pero si tuve la suerte de compartir espacios y situaciones complicadas cuando era el Secretario del PCC del ISP o UCP.Que profundidad en sus reflexiones y siempre encontró la solución del problema sin maltratar a nadie. Todos los secretarios de núcleos del PCC lo recordaremos siempre. Rolo siempre te recuerdo y trataré de seguir tu ejemplo. Las personas como tu nunca se van, siempre están presentes.
Con una mezcla de alegría y tristeza acabo de leer el texto principal y los comentarios de este espacio en homenaje a Rolando, que rememoran el gran ser humano que tuve la dicha de concocer y tener no solo como compañero de trabajo, sino como amigo personal. Siempre me despertó admiración su erudicción, conocedor de múltiples temas, en los que se destacaban los de carácter histórico, sobre todo contemporáneos; del Medio Oriente, ni hablar. En los momentos de ocio que compartimos siempre disfruté de su exquisito gusto musical, recuerdo que por él me hice seguidor de Sabina. En horabuena este recordatorio a este profesor de vanguardia que tuvo la comunidad universitaria espirituana.