Por: José F. Echemendía Gallego
A propósito de celebrarse en el mes de mayo el trigésimo primer Fórum Nacional de Ciencias Pedagógicas en la Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”, institución en la que trabajo desde su fundación, comencé a buscar –como decía una canción- “en el baúl de los recuerdos” evocaciones y experiencias de mi primera incursión en un evento científico nacional cuando apenas tenía un año de graduado.
Fue en noviembre del año 1982 cuando se realizó en la ciudad de Camagüey el Sexto Fórum Nacional de Ciencias Pedagógicas, que tuvo como sede al entonces Instituto Superior Pedagógico “José Martí”.
Nos recogieron en Cabaiguán, lugar donde radicaba la sede principal de la que todavía era la Filial Pedagógica “Cap. Silverio Blanco N.” del ISP “Félix Varela” de Santa Clara; me acompañaba Alfredo Domínguez González, excelente profesor de Geografía; en aquel entonces no había ómnibus Yutong, por lo que hicimos el viaje en dos guaguas Girón, transporte con el que estábamos muy familiarizados, pues en ellos nos movíamos por toda la provincia para realizar diferentes actividades en las sedes municipales y escuelas de la provincia. Aquellos ómnibus trasladaban a todos los jóvenes de las provincias de Cienfuegos, Villa Clara y Sancti Spíritus que participarían en aquel evento, por eso el escándalo, el ruido, la algarabía que se escuchaba; los jóvenes que venían mostraban –con creces- la alegría y el espíritu con que iban a participar en el Fórum.
El viaje resultó, como era de esperar, muy animado y movido, también un poco incómodo por las características propias del tipo de transporte, pero esas condiciones no hacían mella en aquellas huestes juveniles. En la tarde llegamos a nuestro destino, nos dieron una calurosa bienvenida e inmediatamente procedieron a la acreditación; en ese momento me encontré con Nelson Monzón Padrón con quien estudié la carrera de Español-Literatura, también estaban allí Ramiro Ramírez García, compañero de cuarto en la residencia de Las Antillas durante un tiempo y Evaristo Fleites, cómplice en los avatares de la dirección de la FEU. A mí, que –como los demás- ya ganaba un salario digno en aquellos años, se me ocurrió eludir las incomodidades de un albergue y reservé una habitación en el Gran Hotel, que se encontraba en el centro de la ciudad.
Debo confesar que lo que yo creí una gran solución a mi estancia en la ciudad de los tinajones, se convirtió en un aislamiento del sobrevenido jolgorio protagonizado por jóvenes de toda la isla, pues solo iba a las sesiones científicas del evento durante el día, pero me perdía las actividades de la noche, y créanme, si bien pude conocer bastante de una villa fundada en la colonia, acudir a centros nocturnos muy buenos, museos, caminar por las estrechas calles del centro de la ciudad, ver los sorprendentes espejos en las esquinas para darle visibilidad de la otra vía a los conductores de autos, no disfruté tanto como el resto de mis compañeros.
En las comisiones donde se presentaban los trabajos investigativos se vivía un ambiente de sana competencia, todos hacían el mejor esfuerzo en su presentación para impactar al tribunal, recuerdo muy bien que hice el viaje con una grabadora con la que ejercitaba en las noches mi “disertación”.
En la tarde del 27 de noviembre nos trasladaron al Teatro Principal, una bellísima instalación colonial que me hizo recordar al teatro del mismo nombre en Sancti Spíritus. Lleno total, allí estábamos todos los que participamos en aquel evento y nos disponíamos a escuchar los resultados de cada una de la comisiones. Luego de escuchar nombres de muchos de los participantes premiados, escucho el mío, caminé casi corriendo hacia el escenario donde se encontraba el jurado, allí me felicitaron y me entregaron un diploma, fue entonces que supe que con mi trabajo había obtenido mención; sentí en ese momento una alegría inmensa e inmediatamente recordé a mi tutora, la profesora Carmen Marcelo, a quien le debía una buena parte de aquel reconocimiento, las tensiones comenzaron a bajar y me senté feliz y tranquilo en mi butaca hasta el final de aquella jornada inolvidable.
Que conmovedora historia
Recuerdos preciosos de la vida estudiantil que sirven de experiencia para los jóvenes estudiantes. Deberíamos hacer conversatorios, paneles, exposiciones sobre la trayectoria pedagógica de los docentes más viejos en la institución.