Nacido el 11 de marzo de 1876 en la finca La Reforma, Jatibonico, Sancti Spíritus, el cuarto de los hijos de Máximo Gómez y Bernarda Toro figura por derecho propio en la historia de Cuba
Su espíritu de insurrecto. Su padre, el Ma¬yor General Máximo Gómez. Su madre, Ber¬narda, Manana como le llamaban sus ín¬timos, hija y hermana de “manigüeros” y coo¬perantes.
Cuando Martí y Gómez partían hacia la ma¬nigua, Panchito reclama a su padre un lugar en esa expedición: “El deber me manda ir a tu lado. No es posible que yo me concrete a empujar la barca que te ha de llevar al sacrificio por la libertad de la tierra que guarda mi cuna”
Junto a Maceo, cruza en un bote la trocha de Mariel a Majana, y cuando se produce el fatídico combate de Punta Brava, allí está él, valiente como un león, batiéndose a muerte por salvar al Titán. Nunca podría concretar su sueño de reunirse con su padre ni visitar la tumba del Maestro, pero su gesto inmarcesible se inscribe para siempre al joven héroe en el altar sublime de la Patria.
En el campamento de San Pedro (7 de diciembre de 1896), al darse la orden de combate ante la presencia del enemigo, se decide que el mambisito, con su brazo en cabestrillo, permaneciera allí. La última vez que le vieron iba hacia el potrero de Bobadilla. Cuando al¬guien le menciona su extremidad lacerada, simplemente replica que él no abandonaba a su General.
Nacido el 11 de marzo de 1876 en la finca La Reforma, Jatibonico, Sancti Spíritus, el cuarto de los hijos de Máximo Gómez y Bernarda Toro figura por derecho propio en la historia de Cuba
Su espíritu de insurrecto. Su padre, el Ma¬yor General Máximo Gómez. Su madre, Ber¬narda, Manana como le llamaban sus ín¬timos, hija y hermana de “manigüeros” y coo¬perantes.
Cuando Martí y Gómez partían hacia la ma¬nigua, Panchito reclama a su padre un lugar en esa expedición: “El deber me manda ir a tu lado. No es posible que yo me concrete a empujar la barca que te ha de llevar al sacrificio por la libertad de la tierra que guarda mi cuna”
Junto a Maceo, cruza en un bote la trocha de Mariel a Majana, y cuando se produce el fatídico combate de Punta Brava, allí está él, valiente como un león, batiéndose a muerte por salvar al Titán. Nunca podría concretar su sueño de reunirse con su padre ni visitar la tumba del Maestro, pero su gesto inmarcesible se inscribe para siempre al joven héroe en el altar sublime de la Patria.
En el campamento de San Pedro (7 de diciembre de 1896), al darse la orden de combate ante la presencia del enemigo, se decide que el mambisito, con su brazo en cabestrillo, permaneciera allí. La última vez que le vieron iba hacia el potrero de Bobadilla. Cuando al¬guien le menciona su extremidad lacerada, simplemente replica que él no abandonaba a su General.