Tomado de Granma. Por: Víctor Fowler Calzada
- Según el documento titulado Economic Sanctions, Agencies Face Competing Priorities in Enforcing the U.S. Embargo on Cuba (publicado en noviembre de 2007 por la United States Government Accountability Office), el embargo es: «el más extenso conjunto de sanciones de Estados Unidos en contra de cualquier país, incluyendo al resto de los países designados por el gobierno de Estados Unidos como estados patrocinadores del terrorismo».
Esta nota de orgullo, proveniente de una dependencia oficial del Gobierno de la nación con el mayor poderío económico en todos los tiempos de la existencia humana, país que en no pocos ámbitos productivos y/o de las finanzas a nivel mundial demuestra un control decisivo (y en otras ocasiones dominante, e incluso aplastante) es suficiente para tornar evidente la enorme disimilitud e inmensa asimetría entre el país/sistema social cubano y su agresivo opositor. Voy a tratar de explicar de qué manera entiendo, me acomodo, manejo, he atravesado, sobrevivo, pienso, amo, respiro, creo en el interior de esta violencia habitual.
- El bloqueo/embargo es posible gracias a la relación monstruosamente asimétrica entre su organizador/líder y su receptor/padecedor, una diferencia tan desmesurada que carece de sentido imaginar cualquier condición de igualdad o cercana al equilibrio de posibilidades entre el país cubano y su «bloqueador» en términos económicos, militares, de acceso a los medios de difusión masiva y redes digitales y, en general, a todos los puntos de la industria cultural.
Por tal razón, es prácticamente imposible que algún aspecto de nuestras vidas escape o sea inmune a su presencia o presión, sea esto proyectos de desarrollo o discusiones de orden espiritual; ocurre esto porque el embargo/bloqueo afecta, compromete, deforma, disminuye, lacera, contamina, impide cualquier posibilidad de acceso a recursos que el país pueda disfrutar en condiciones de «normalidad» (y no bajo la excepcionalidad del «sancionado», marcado, excluido, perseguido, obligado a cumplir reglas únicas).
- Esto recién dicho permite imaginar el tejido/red del bloqueo/embargo como un entrelazamiento de flujos de fuerza que, con mucho (en realidad, de manera casi inmedible) supera las sanciones económicas.
Si bien debemos entender a estas últimas como decisiones de estamentos políticos en los aparatos de gobierno de los que se trate, esto, a lo cual denominamos «decisiones políticas», no puede ser separado de las derivaciones y refracción descendente del discurso/ley política en una infinidad de acciones de todo tipo que se proponen injuriar, degradar, manipular, mentir, ocultar, verter odio a propósito de cuanto signifique éxito, beneficio, unidad o simple tranquilidad dentro del espacio/tiempo de la Revolución Cubana.
- La visión de un movimiento descendente (como mismo son bajados los escalones en una escalera), sumada a la de un conjunto de derivaciones a partir de un cuerpo central y, finalmente, la de una refracción (tal y como sucede con la luz al atravesar un prisma) nos sirven para entender al embargo/bloqueo como un gran núcleo duro, donde los dictados políticos son de inmediato traducidos a leyes y, a partir de aquí, refractados, divididos, astillados, en la más amplia cantidad concebible de amenazas, obligaciones y convocatorias al odio en todos y cada uno de los escenarios de la vida.
En este sentido, hay que entender el embargo/bloqueo como un empuje de fuerza descomunal ejercido hacia abajo desde el pináculo mismo del poder, una presión salvaje que en su perímetro más cercano (la nación) golpea, arrastra, daña o cambia los destinos a quienes se le oponen.
- Si el tipo de laceración económica que el embargo/bloqueo propicia apunta a estorbar, deformar, impedir o destruir cualquier desarrollo (del tipo que sea: productivo, científico, cultural, deportivo, industrial, agrícola, etc.) que se pueda generar en el interior del socialismo cubano, sus efectos colaterales intoxican las nociones de solidaridad, hermandad, familia, amistad entre los cubanos del país y sus connacionales en el mundo.
Lo anterior ocurre no ya porque un emigrado deba elegir entre si ayuda o no a familiares y/o amigos que padecen los efectos del embargo/bloqueo en Cuba (incluso si considera que, más bien, hay errores y fracasos del Gobierno), sino exactamente porque la propuesta ideológica implícita del embargo/bloqueo es la de extender la fusión de los patrones ideológico-culturales de la salvación individual, la satanización de las soluciones colectivistas, la desaparición de la empatía auténtica y la invisibilización del embargo/bloqueo como tal.
De esta manera, es posible enviar dinero a un familiar escogido, aplaudir el embargo/bloqueo o a los políticos que lo propugnan, y creer que se sigue siendo justo y defensor de las personas que viven en el país.
- Al mismo tiempo que ausencia de empatía, el embargo/bloqueo se enmascara (y promueve) una sensación de naturalidad que se propone transmitir el mensaje (terrible) de que el tipo de excepcionalidad absoluta que constituye la extensión, voluntad de mundialización e intensificación de una política de este tipo durante casi seis décadas es algo «normal».
De esta manera, mientras que un país y su gente habitan dentro de una situación
que ni siquiera puede ser comparada o puesta en la balanza con alguna otra en la contemporaneidad, una realidad paradójica para la cual (en rigor) ni siquiera hay herramientas con las que realizar los análisis. ¿Qué es vivir de esta forma? ¿Cómo se diseñan los proyectos para el desarrollo? ¿Qué es la esperanza, la realización, los planes de formar familia, la crianza de los niños? ¿Con cuál realidad se pudiera comparar la realidad cubana?
- Podemos desgranar las impedimentas al desarrollo gracias a lo evidentes que resultan (por lo abiertas y totales), escenas como las que engloban negativas al otorgamiento de créditos, la persecución a una compra realizada por instituciones del comercio exterior cubano o las multas a bancos que aceptan transferir dinero a la Isla, entre muchas otras posibilidades.
Así, mientras que la brutalidad de una cadena de rechazos da aliento al nacimiento de mentalidades educadas para resistir presiones en condiciones de supervivencia (al estar convencidos de que no habrá esto o aquello) y a la más extendida creatividad (en una situación en la cual inventar es seguir estando vivo), la introducción en la economía de lo precario, lo intermitente, lo casual, lo azaroso y/o discontinuo, distorsiona proyectos y permanece «sembrado» (realizando una suerte de trabajo de debilitamiento estructural), a la espera de hacer eclosión/explosión en algún momento futuro.
- Al mismo tiempo que la energía de cambio y las transformaciones dentro del espacio/tiempo de la Revolución Cubana son grandiosas (al punto de llevarnos a ver el ser/estar en resistencia como algo normal), el bloqueo/embargo existe y sus efectos operan sobre el absoluto de la vida nacional cubana.
Al funcionar durante los 365 días del año, en todos los centímetros de la geografía nacional y para todos los ciudadanos, se trata de un continuo, una red o tejido que (a la manera de un organismo vivo) crece en dirección al cierre de su trama; es decir, con la voluntad de cubrir por entero al organismo/país al que se desea encapsular y, en consecuencia, asfixiar.
En cuanto a sus efectos, estos son experimentados en tres dimensiones temporales en simultaneidad: está en la memoria colectiva del país (de manera que es elemento definidor en las historias de vida de todos los nacionales), es una realidad presente (directamente vinculada con las posibilidades de mejor/peor vida de las personas)
y constituye parte medular en el horizonte de expectativas de los habitantes todos (tanto la intensificación del bloqueo/embargo como su atenuamiento y/o desaparición cambiarían por entero la calidad de vida inmediata y/o los proyectos personales de todos los cubanos).
- Si bien el bloqueo/embargo surge en un momento preciso (el año 1962) con la intención básica de impedir cualquier desarrollo imaginable en el interior de la Revolución Cubana, así como revertir las transformaciones que esta trae consigo, el cumplimiento de este objetivo es inseparable del regreso a las condiciones de subordinación económica, militar, política y de apertura a la penetración cultural de Cuba respecto a las voluntades de las élites político-económicas estadounidenses.
En este sentido, es una expresión clara de hegemonismo y voracidad imperial disfrazado (y así presentado por las citadas élites y sus ideólogos) como una disputa entre dos países que tiene lugar en grandes escenarios internacionales, a la manera de una esgrima supraestructural, sin apenas resonancia para la calidad de vida, sueños y proyectos de los ciudadanos comunes de la Isla. Esta disociación entre la violencia de los discursos, sus articulaciones en operaciones concretas para destruir la vida económica de la Isla y cualquier sensación de «normalidad» en el terreno que sea, más el distanciamiento o incapacidad para sentir la extensión y profundidad del daño ocasionado a las personas comunes, ilustra la condición esencialmente sociopática de aquellos que elaboraron esta política, los que la han reactivado a lo largo de los años, quienes la sostienen y aplauden de manera pública e, incluso, en el más amargo de los casos, de quienes no la denuncian y no se oponen a ella en alguna de las variedades imaginables del espacio público o que puedan tener incidencia palpable en este.
El embargo/bloqueo no puede existir si no es también, al mismo tiempo, un andamiaje ideológico, comunicacional y cultural. Obra Rompiendo el bloqueo, de Eduardo Abela Torrás.
- Lo que enjuiciamos desde la perspectiva de las pequeñas vidas individuales debe de ser proyectado al escenario global para ayudarnos a comprender el modo en que el embargo/bloqueo está organizado todo el tiempo como un dispositivo internacional que –sobre la base de una tensión entre presión y obediencia– se propone absorber, reformular, disuadir, aplastar, desviar, castigar cualquier intento de plantear relaciones «normales» con Cuba.
Al mismo tiempo que en nuestro país todas las vidas son afectadas por el embargo/bloqueo, igual ocurre con las de todos aquellos que –fuera de la Isla– apoyan causas a favor de la Revolución Cubana o, simplemente, se oponen al embargo; esta verdad difícil de notar se hace más transparente en tanto más nos aproximemos a los «núcleos duros» de emisión de mensajes y elaboración de políticas en contra del proyecto socialista cubano.
En estos ambientes de toxicidad ideológico-política, la defensa pública y articulada del proyecto revolucionario cubano acarrea riesgos (en tanto más intenso sea el posicionamiento) que los sujetos experimentan en términos de promoción y, en general, oportunidades de realización presentes y/o futuras.
La clave aquí está en la identificación, con signo de igualdad, entre las políticas gubernamentales en la Isla o el modo de vida de sus ciudadanos, con el estigma y los contenidos negativos asociados al ideario socialista; así, la degradación de la «cosa socialista» (como el opuesto absoluto) funciona como una cortina que actúa como impedimento para el despliegue del potencial transformador anticolonial, antimperialista y tercermundista de la Revolución.
- Políticos, ideólogos y defensores del bloqueo necesitan borrar, ocultar o reducir su sentido antihumano y destructivo para toda la colectividad; por tal motivo, deben extender la idea de que sus acciones son, sobre todo, gestos exclusivamente políticos sin efecto real (algún tipo de daño apreciable) para la vida cotidiana de las personas en el país.
Esta negativa a reconocer y aceptar la capacidad de lacerar que se posee y pone en práctica (con todo el reconocimiento del daño que se ocasiona), como si aceptarlo llevara a la persona a un punto de desintegración, ilustra el carácter perverso de un acto (el embargo/bloqueo) que necesita ocultarse detrás de una mentira original para evitar las preguntas sobre el desapego, el dolor y la inhumanidad propia.
Lo anterior explica la repetida práctica de tomar cualquier hecho aislado y estrictamente puntual (por ejemplo, la fotografía de un producto, en una tienda) para –sin acompañar la imagen de comentarios que permitan profundizar– dar la sensación de que no existe embargo/bloqueo, sino que se trata de una maniobra «del Gobierno» (para cualquier objetivo oscuro que los discursos de este tipo puedan concebir).
Las tareas de elucubración, implantación, mantenimiento, corrección de errores e intensificación del embargo/bloqueo se suceden, complementan y funden lo mismo que un mecanismo (como ya sabemos) transnacional en una articulación dialéctica que no puede sino, al mismo tiempo, construir al sujeto que persigue y ofrece odio lo mismo que al otro que recibe la violencia.
Esta construcción de la persona (de la agresividad y la resistencia) se hace acompañar de un sistema de creencias (ideología), así como de un conjunto de enseñanzas estructuradas acerca de lo que ese otro, al que se considera enemigo, es.
Por tal motivo, el embargo/bloqueo no puede existir si no es también, al mismo tiempo, un andamiaje ideológico, comunicacional y cultural.
- Cuanto hemos escrito hasta aquí apunta a superar las evidencias políticas y económicas para analizar el embargo/bloqueo como un complejo de acciones que igualmente incluye y se ramifica a través de los ámbitos comunicacionales y cultural; de esta manera, comunicación y producción cultural son tanto territorio como actores de una batería de acciones que constituye una auténtica guerra cultural.
Toda esta suma de acciones laberínticas lo mismo abarca la violencia expresa, directa y con intención criminal (colocar una bomba o disparar contra una embajada, como recientemente vimos), que la exclusión de la Isla del circuito de relaciones que una organización, persona
o institución propone para realizar su trabajo habitual por temor a represalia directa, crítica o simples rumores con trasfondo político; a esto se puede agregar lo mismo cualquier forma de silenciamiento interesado a propósito de éxitos que la explotación de cualquier tipo de falsedad y/o manipulación acerca de las formas de vivir la experiencia socialista en la Isla y (junto con ello) la espectacularización de vacíos, fallas y errores (del tipo que sea) que pueda haber en el trabajo de la autoridad que sea en el país.
- La lógica interna del embargo/bloqueo está dirigida a que la asfixia económica se refracte y multiplique en escenarios de fragmentación y desorden social, lo mismo que en manifestaciones de pérdida de autoestima, renuncias a la soberanía nacional (o disposición para negociarla) y/o debilitamientos de la identidad colectiva.
Toda negación del embargo/bloqueo y/o sus efectos sobre nuestras vidas (en toda la enorme extensión que hemos descrito) es una acción perversa. Todo enmascaramiento de fallas y/o fracasos, así como todo rechazo a la responsabilidad, detrás de un providencial empleo del embargo/bloqueo (típico de burócratas seudocomunistas), es un acto dañino y perverso también.
Todo llamado a intercambios, debates, diálogos y otras intervenciones analítico-críticas sobre los devenires de la sociedad cubana posterior a 1959, como si el embargo/bloqueo no hubiera existido, como si no fuese (ahora mismo) ese mecanismo monstruoso de erosión económica, social y cultural (que incluso promete seguir en dirección al futuro) es ya parte del tipo de actitud que el embargo/bloqueo alienta y necesita para que sus efectos sean más profundos aún.
En atención a ello, todo ejemplo de multiplicación del conocimiento acerca del mundo en el que vivimos, así como las dinámicas internas del proceso cubano, son maneras de esquivar y/o enfrentar las lógicas del embargo/bloqueo; todo momento de buen quehacer, transparencia, búsqueda y transmisión pública de verdades, toda acción que fomente la unidad nacional, la autoestima, la soberanía, la independencia e identidad nacional.
Coda: Negociar no es el problema. Claro que habrá que negociar (los más disímiles asuntos) con los equipos de gobierno de los que se trate en la nación estadounidense.
El problema es la conexión entre la asimetría entre los dialogantes y la traducción que semejante diferencia vaya a merecer en términos de Derecho; dicho de otro modo, si se va a tratar de un intercambio entre iguales soberanos o de la puesta en escena del vínculo entre un dominador y un obediente rebajado.
Los que ignoran esta perspectiva no caen en la cuenta de que la cuestión del embargo/bloqueo (la persistencia de su duración a lo largo de décadas, sus efectos acumulados y su promesa de continuidad) proyectó/proyecta la cuestión cubana como un modelo universal de enfrentamiento radical entre el orden «natural» del gran capital (como una suerte de receta para naciones pequeñas en su relación con las verdaderamente «grandes») y cualquier alternativa que decida avanzar hacia el antimperialismo, el tercermundismo, el anticolonialismo y la auténtica soberanía.
Cuba importa menos de lo que pase con Cuba y con las mentes a propósito de un debate que –mucho más allá del pequeño territorio nuestro– abarca oposiciones como las que se verifican (para cualquier sujeto y/o territorio) entre nación propia y nación extranjera, memoria y desmemoria, individualismo y sujeto colectivo, hegemonismo e independencia, soberanía y regresión, unidad y desintegración, lógicas del odio y la resistencia.
De eso es de lo que trata el bloqueo.