Por: Lisandra Gómez Guerra.
Las tardes se perdían entre tanta música. “Hay un país en rocas y ruinas bajo otro país de pan…”, tatareaba en medio del bullicio del preuniversitario, donde comenzó a descubrir un mundo con sonidos y colores atractivos.
“Tengo que agradecer a Silvio Rodríguez —refiere Rigoberto Rodríguez Entenza, Coco para Sancti Spíritus, Cuba y el mundo— porque su música fue la primera poesía que influyó en mi vida”.
Y entre acordes y acordes, también se sumó la literatura. Llegaron algunos libros por casualidad, luego estuvieron los sugeridos, hasta que comenzó a buscar como necesidad. Emergió sin percatarse una pasión empedernida por la palabra.
“Escribo por dos razones: vicio y disciplina. Casi a diario me siento y creo, ya sea a partir de un vocablo, un sonido, la vida cotidiana”.
Pero, el primer sosiego a tantas fuerzas internas en pleno galope lo domó en la Escuela Nacional de Arte. En la década de los 80 cargó una maleta con más incertidumbres que certezas y se fue a La Habana, de donde egresó de la especialidad de Arte teatral. Un acertado atajo en el intenso camino —como califica el día a día— que le lleva a descubrir el alma de la cultura.
“Soy así gracias a algunos maestros que tuve en ese momento importante. Aunque muchos no deben recordarme, tengo el deber de hacerlo porque abrieron el espectro con el que miraba el mundo y a partir de ahí estudiar y ser consecuente con la historia de nuestra cultura han sido mis puntos de partida para todo lo que soy”.
Lecciones que entrelaza con lo aprehendido en una de las conferencias del investigador José O. Suárez Tajonera: “Cuando un hombre canta, baila, como cuando hace el amor pone en ello toda su cosmovisión, toda su cultura”.
“He tratado de acoplar el pensamiento, la historia de la cultura para que ella pueda hablar conmigo y para que yo pueda de alguna manera tener una afinidad con esa historia. De esa armonía creo que puede salir algo”.
Esa fe constante se siente lo mismo cuando Coco deja boquiabiertos a quienes se dejan arrastrar con sus narraciones orales, lo leen o atienden unas de sus clases o talleres.
“En la narración oral hay una verdad antológica que da mucho placer. Construir un cuento, tratar de hacerlo con maestría ante un público y encontrarse con él en ese acto de representación es un misterio. Es la mímesis de la que hablaban los griegos.
“Del mismo modo que muchos de mis maestros me trataron con tanto respeto y me ayudaron tanto, de alguna manera trato de homenajearlos siendo sincero y honesto.
“Como Martí, amo las sonoridades difíciles y la sinceridad. Tiene que ver con mi relación con el mundo, más que con la cultura, con las personas que viví, por el gusto por la palabra”.
Una transparencia espiritual que le ha llevado a Rigoberto Rodríguez Entenza a enfrentar obstáculos que intentan ponerle freno a un verbo agudo que no se aleja de su responsabilidad frente a una realidad diversa.
“Toda mi poesía tiene un carácter ontológico de alguna manera. Soy mi primer lector y trato de no aburrir, de formalmente buscar algunos elementos que traten de darle algún punto de giro al lector y en ese sentido trato de matizar mis libros, pero siempre en mi poesía hay un eje transversal que es la historia del ser humano que veo desde mi yo”.
Esta particularidad hizo mirar con lupa cada palabra del texto La carga, merecedor del Premio Nacional de Poesía Manuel Navarro Luna 2021, entre 35 autores cubanos y siete poetas extranjeros.
¿Por qué tantos años ausente de los procesos editoriales?
“Hace siete. En ese sentido, tengo mucho que agradecer a los concursos del sistema editorial cubano, porque la mayoría de mis libros son premios. Tengo la impresión que si no existieran esas oportunidades fuera un poeta inédito. Los concursos te permiten que otros te lean, tengas un reconocimiento, se publique y promueva tu obra”.
Con la noticia de este nuevo lauro y la grata sensación de poder un día hojear otra de sus tantas obras, mantiene fresco en el tintero un estudio sobre poesía cubana, poesía y cuentos para niños y otro sobre teatro.
“Llegarán sus momentos de publicación. Soy de los que escribo textos. Cuando termina un ciclo, porque siento que se está agotando, los pongo a descansar. Cuando los he olvidado me siento, me cuestiono, trabajo con todas las armas de mi oficio y armo el posible libro. Edito, elimino muchos fragmentos, hasta que los termino. Definitivamente, mi oficio es cantar, mi oficio es del país, lo demás es de los seres humanos”, deja escapar como si tatareara aquellas primeras poesías que permitieron que Coco se nos hiciera tan cercano.
Felicidades hermano.
Felicitaciones a ese excelente profesional.