Tomado de Granma
Era México. Caminaba junto a Tina Modotti, la fotógrafa revolucionaria a quien lo unía una pasión flamígera. Las balas, no por probables menos inesperadas, horadaron el cuerpo de hombre fuerte, hermosísimo, con una juventud inobjetable de 25 años.
Se desplomó Julio Antonio, inscripto Nicanor Mac Partland. Cayó Mella, y ante el dolor y la debilidad, no dijo a Tina el adiós que quizá necesitaba. Eligió una frase de denuncia, a la vez testamento político: «Muero por la Revolución».
Ese pasaje del 10 de enero de 1929 tiene, como la vida de Mella toda, sustancia para el mito; pero limitarse a la conmoción de la anécdota sería obviar que los asesinos enviados por el dictador Machado troncharon –al decir de Fidel–, «aquel talento extraordinario, aquella vida fecunda».
Mella (de una existencia «tan breve, tan dinámica, tan combativa») representa una de esas generaciones cuyo sacrificio desembocó en el proyecto de nación germinado en 1959.
El Comandante en Jefe, en uno de sus discursos, interpelando a la figura del «extraordinario combatiente revolucionario», afirmó: «Un día dijiste que después de muertos somos útiles, porque servimos de bandera. ¡Y así ha sido! ¡Tú fuiste siempre bandera de nuestros obreros y nuestros jóvenes en las luchas revolucionarias, y hoy eres bandera alentadora, ejemplar, victoriosa e invencible de la Revolución socialista de Cuba!».
La existencia de Mella deja para el presente la certeza de que la juventud no es el futuro de un país, sino su presente; y para las filas comunistas, el ejemplo de militar creando, y de defender las ideas desde la valentía, la belleza y el ímpetu.
Sobrecoge, si con detenimiento se reflexiona, que Julio Antonio fue fundador de tres instituciones vitales para el capital ideológico de la Revolución: el primer Partido Comunista de Cuba, la casi centenaria Federación Estudiantil Universitaria, y la revista Alma Mater.
Porque si él apostó por la acción, lo hizo sobre la base del pensamiento; de nada valen en la lucha la una sin el otro. Estudiar su apasionante vida, pero también sus ideas, es clave para quienes, como él, encuentran en el comunismo el horizonte para los sueños de Cuba y del mundo.
Mella, para siempre joven, conmina a hacer de la condición revolucionaria un destino.