Tomado de Granma
No solo lideró la materialización de una Revolución a la jovencísima edad de 32 años. Fidel hizo la Revolución articulando el pensamiento, el coraje y la acción de los mejores compañeros suyos, tan jóvenes como él.
¡Qué admirable aquella generación pujante que, pasados poco más de cinco años de inscribir sus ideales, con letras de sangre, en los muros del Moncada y del cuartel de Bayamo, de padecer prisión, persecuciones y torturas, de llorar a cientos de los compañeros suyos, masacrados o caídos en combate, de privarse de los placeres naturales de la mocedad, derrotaban entonces a uno de los ejércitos mejores equipados del continente, aupado por el mayor enemigo de los pueblos, el Gobierno de Estados Unidos!
Era una joven Revolución hecha por jóvenes. ¿Cómo no poner, en toda la juventud de la nación nueva, la responsabilidad y la confianza para sostener el proceso luminoso que empezaba, tan difícil quizá como la guerra liberadora?
Para el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, contar con las generaciones jóvenes fue filosofía de su liderazgo, principio de actuación, garantía de éxito en cada emprendimiento revolucionario.
Él mismo explicaría esa conducta en fecha tan temprana como el 4 de abril de 1962, al clausurar, en el Estadio Latinoamericano, el Primer Congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), que aprobó con entusiasmo y conciencia su cambio de nombre, a Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).
«Para nosotros –comenzó diciendo–, los que les llevamos un poco de años a ustedes, este acto tiene especial significación, porque es como una cristalización de lo que la Revolución quiere, es como si se cristalizara la esperanza de la Revolución». Y explicaría más adelante: «Porque hacemos Revolución por ustedes y podemos hacer Revolución con ustedes».
«A nosotros nos ha correspondido el privilegio o el derecho de empezar a hacer esa Revolución, a nosotros nos ha correspondido la oportunidad de comenzar. A ustedes sí que les corresponderá el privilegio de llevarla adelante», agregó.
«Por todo lo que han hecho los jóvenes, por todo lo que han hecho en la historia de nuestra Patria, por todo lo que han hecho en la historia de nuestra Revolución, es por lo que nosotros creemos en los jóvenes, creemos en los jóvenes, creemos en los jóvenes –y lo repito–, porque creer en los jóvenes significa una actitud, creer en los jóvenes significa un pensamiento», enfatizó, ante un auditorio enardecido.
A 60 años de ese momento, no han perdido un ápice de vigencia las afirmaciones de Fidel, encomiendas para las juventudes de todos los tiempos, y que repitiera en disímiles instantes, como el 23 de junio de 2007, cuando insistió en el peligro de que, «si los jóvenes fallan, todo fallará», y dio entonces una nueva confirmación de confianza: «Es mi más profunda convicción que la juventud cubana luchará por impedirlo. Creo en ustedes».
Los argumentos de su fe en las generaciones nuevas, las explicó varias veces. El propio 4 de abril de 1962 dijo que «creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la Patria, fe en la Patria! ¡Amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas!».
En consonancia, la juventud cubana siempre ha sabido demostrar su valía para los grandes sacrificios por la Patria. Sudor y sangre joven fueron sembrados en todas nuestras guerras, primero por la independencia y luego por la liberación de las tiranías de Gerardo Machado y de Fulgencio Batista; después ante la invasión mercenaria por Playa Girón, en las trincheras durante la Crisis de Octubre, en las «limpias» de la Lucha contra bandidos.
La juventud, en campos y montañas, hizo posible la Campaña de Alfabetización, los estudiantes secundarios fueron protagonistas de la recogida de café en 1962, y fueron en su mayoría jóvenes quienes lucharon en África por la liberación de Angola y la derrota del apartheid, los de misiones internacionalistas en numerosos países.
Son muchas veces jóvenes quienes lideran, en la economía nacional, la batalla por la eficiencia en la producción y los servicios, las campañas de ahorro, y quienes han hecho posible la materialización de Cuba como país de hombres y mujeres de ciencia, al servicio de la humanidad.
Somos vencedores de una pandemia mundial que aún continúa cobrando víctimas, enfrentados a una crisis económica agravada y al costo acumulado de 60 años de privaciones debido al bloqueo económico de la mayor potencia mundial, cuya política genocida solo procura rendir al país, usando las carencias como armas, atacando la esperanza, sembrando el desaliento, las frustraciones y las dudas, especialmente en una juventud que padece las limitaciones a las cuales nos obligan.
Hay problemas nuestros, claro, que debemos combatir, como un segundo frente de resistencia en la sobrevida de la nación; ese que debemos pelear con más efectividad y contundencia contra la burocracia, la ineficiencia, la corrupción de inescrupulosos que pretenden lucrar con las necesidades de la población.
A enfrentar todo eso con firmeza, con esperanza y valentía ha llamado constantemente, también, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y lo ha pedido, con énfasis especial, a los jóvenes, «como las personas importantes que son».
«¿A qué le vamos a temer? ¿A qué le podemos temer? Dediquémonos a trabajar y veremos cómo le vamos a encontrar las soluciones, que nadie las tiene aquí, nosotros no las tenemos; pero sí tenemos la seguridad de que con ustedes las vamos a encontrar», aseguró Fidel en 1988 y, con toda seguridad, poniendo el corazón en la obra de cada día, por la Patria y con la juventud al frente, Cuba siempre saldrá vencedora.