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Le tengo pavor a la cámara

Tomado de Escambray. Por: Lisandra Gómez

Una maldita indiscreción y el mundo volvió a resquebrajarse. Xiomara apenas dejó escapar una frase y cayó en los brazos que le alcanzaron. Una pausa hasta el próximo capítulo y casi todo un país lanzó un suspiro para sostener también a la madre devastada.

“Xiomara, tú sola eres ”, escribió en ese mismo minuto un colega en su cuenta de Facebook y múltiples comentarios se rindieron ante el histrionismo de la espirituana Yordanka Ariosa Salgado.

“Cuando trabajo me concentro en darle voz a las personas que como Xiomara mucha gente no está dispuesta a escuchar —se presenta y, quizá, sea su fórmula inequívoca para tantos aplausos—. Realmente estoy muy contenta con el resultado de esta novela. No esperaba menos, porque confié mucho en Lester Hamlet y en el resto del equipo. Supimos que la acogida al principio iba a ser difícil, pero que, poco a poco, la iban a ir entendiendo porque el público cubano sabe mucho de arte”.

Bastó una llamada mientras esperaba una guagua para aceptar la invitación que la colocaría por vez primera frente a las pantallas de la televisión cubana. Demasiado teatro y unos cuántos planos cinematográficos engordan su currículo.

“Sabía que Lester estaba en esa aventura. Secretamente siempre quise trabajar con él, aunque quienes me conocen saben que no estaba interesada en hacer telenovelas. Le tengo pavor a la cámara. Pero, al conocer al personaje que tenía como primer nombre Yordanka, acepté. Para interpretar un personaje debe atraparme, hablarme y hacerme sentir que quiero hacerlo. La coincidencia con mi nombre me sorprendió muchísimo y el propio director me propuso cambiarlo inspirado en mi parecido, a su juicio, con el de la reconocida cantante Xiomara Laugart. Recuerdo que mi padre también me decía lo mismo. Así llego a y lo agradezco”.

Una gratitud que tiene raíces en Mayajigua, Yaguajay, donde vivió hasta los nueve meses de vida y, luego, en Sancti Spíritus, la ciudad que la despidió cuando se fue a conquistar el Instituto Superior de Arte, en La Habana.

“Donde quiera que me paro digo de dónde es mi origen. No solamente lo hago por mi familia, sino por mi educación, mi formación, tuve maestros entrañables; mis compañeros, mis amigos, los lugares en los que estuve y los que no, también. Me encanta que todo eso me acompañe y lo hará por siempre”.

Las interrogantes han hecho volver a Yordanka Ariosa Salgado a aquellos días en que prefería refugiarse frente al televisor para adentrarse en los muchos mundos que descubría.

“Incluso, en algunas ocasiones me quedaba escondida atrás de la puerta, cuando mis padres pensaban que dormía, para ver la novela o una película. Al principio ni entendía. Pero llegó el momento en el que no podía vivir sin eso.

“Mis padres me contaban que un día apareció una guitarra en mi casa y yo comencé a darle vueltas hasta que hice sonar una cuerda. Mi reacción fue tal que mi tío Gilberto Ariosa, músico, dijo: ʻesta niña va a ser artista, me la llevo para La Habanaʼ. Por razones obvias, no me dejaron. Era muy pequeña. La conciencia de que sería artista llegó cuando entré en la entonces Escuela Elemental de Música Ernesto Lecuona”.

De la mano de Juana Valera —“mi abuela Cuca”, acota—, la espirituana que la cuidó mientras en casa trabajaban, conoció a las profesoras y pianistas Alba y Ania Bonachea; dos expertos olfatos que detectaron en Yordanka los acordes del talento.

“Entré a la escuela en tercer grado para cursar piano básico. Justo en ese tiempo empezó el Festival Cantándole al sol y me presento con una canción de mi autoría titulada La sirenita, la cual fue finalista. En la segunda ocasión que concursé, volví a estar en el último grupo, pero esa vez con un texto a dos manos con mi amigo Alexander. Esos fueron mis primeros encontronazos directamente con el público.

“En ese afán por cantar en quinto grado paso a la carrera de Canto coral, un programa que después cambió a Dirección coral. Pero, por muchas razones, terminé graduándome del nivel elemental de Teórica. Fui a hacer el pase de nivel a la Escuela Nacional de Arte, en La Habana, y no aprobé. Justo ahí conocí que existía un centro donde se estudiaba todo lo que yo veía en las películas y novelas. En onceno grado me decidí a hacer las pruebas de teatro y tampoco pude lograrlo”.

Era entonces Yordanka Ariosa estudiante del otrora prepedagógico Marcelo Salado Lastra, de donde egresó para matricular la Licenciatura en Educación Artística en el entonces Instituto Superior Pedagógico (ISP) Capitán Silverio Blanco, de Sancti Spíritus.

“En segundo año de la carrera di clases a dos grupos de séptimo grado en la secundaria básica Víctor Daniel Valle, en los Olivos II, y sentía que hacía una performance. En esa época, hice junto a mis amigos Fernando Conde y Suyén Urquiza una obra de teatro para el Festival de la FEU. Tuvo muchísimo éxito. Me dije: bueno, parece que puedo hacerlo”.

¡Y lo logró! Una amiga de la familia, la teatróloga yayabera Mercedes Ruiz, alertó que en ese año las pruebas de la región central para ingresar en el ISA en la especialidad actuación se harían en Sancti Spíritus. Subió al escenario con más instintos que saberes. Prueba a prueba se ganó la boleta de matrícula.

“Dudé en llegar al Taller Nacional que se hizo en La Habana por mis experiencias anteriores, pero mi madre me empujó. Desde que me gradué, integro Teatro de la Luna, dirigido por Raúl Martín. Las artes escénicas me dan la posibilidad de mezclarlo todo. El teatro es mi zona de confort. No me puede faltar como actriz porque disfruto mucho más el proceso que el resultado. El proceso allí es más largo, desde que manoseo la obra, entiendo el personaje, el contacto directo con el público y la camaradería que se establece entre todo el colectivo. En eso último nos hacemos una familia y yo lo valoro mucho, porque soy muy familiar. Lo aprendí de mis padres, al igual que el respeto a lo que hago y a mis compañeros. No digo que en otros medios no suceda, pero nada se siente como en el teatro”.

EN LA GRAN PANTALLA

En medio de una montaña de basura yace inmóvil una mujer negra, delgada, rodeada de insectos y roedores. La imagen no resulta un puñetazo. Demasiada miseria, suciedad, desesperanzas… han sido protagonistas en el resto de las escenas. Plano a plano El rey de La Habana (2015) nos presenta a una Yordanka en constante desafío con la gran pantalla.

“Magda es uno de los personajes más difíciles a los que he tenido que enfrentarme; primero, porque está bastante distante de mi personalidad y, en segundo lugar, porque narra sucesos de los primeros años de la década de los 90 que no viví con plena conciencia por mi edad y para colmo todo sucede en La Habana”. Razones por las que esta espirituana debió investigar para enfrentarse a la dirección del mallorquín Agustí Villaronga, quien se fue con todo su equipo a República Dominicana para recrear la Cuba profunda y marginal, donde la prostitución y violencia toman la palabra. Un tiempo después, las miradas internacionales del séptimo arte descubrieron a Yordanka, al merecer la Concha de Plata a la mejor actriz en la 63 edición del Festival de Cine de San Sebastián. Y a la vieja usanza periodística: la primera y única cubana en merecer tan prestigioso lauro.

“Todavía no me adapto y no soy totalmente consciente. Simplemente, hice mi trabajo. Entraña una gran responsabilidad, porque debo mantener un rigor y seguir creciendo”.

Con anterioridad había interpretado a Fefita, la coqueta tabaquera de una de las historias de Boccaccerías habaneras (2013), de Arturo Sotto.

“Fue mi primera aparición en el cine a gran escala porque antes había hecho algunos cortometrajes. Estaba adaptada al teatro y la actitud del director fue de enseñarme y ayudarme. Le agradezco siempre”.

En una entrevista mencionaste: “He ido a castings donde, solo con verme y sin hacer la prueba, me han dicho que no soy lo que buscan”. ¿Por qué crees que haya sucedido?

“No lo sé, porque ya han dejado de preocuparme las razones. Se hace lo que se puede y lo que se está destinado a hacer. Supongo que como cada maestro tiene su librito, cada realizador tiene sus motivos para escoger a determinada actriz”.

Que tu imagen rompa con los estereotipos de belleza legitimados por la industria cultural, ¿ha sido, a tu juicio, un freno o te ha dado ventajas?

“Prefiero pensar que cuando me han escogido para un papel determinado es porque creen firmemente que yo lo puedo hacer y eso me da seguridad. Creo que no hay que preocuparse tanto por cómo el personaje luce, sino por cómo siente, piensa, habla. Los directores con que he trabajado quieren eso mismo, por lo tanto, ha sido una ventaja, la verdad”.

Esa seguridad estremecedora llega en cada uno de los mensajes de WhatsApp, la vía en la que anuncia que entre los tantos sueños está trabajar con Almodóvar —“lo seguirá siendo, hasta ver si un día lo logro”, insiste— y entre los proyectos, el reencuentro postergado por trabajo y pandemia a sus raíces y unas propuestas que permitirán a Cuba volver a sentir a Yordanka Ariosa tan suya más allá de .

“Me han ofrecido algunas cosas que estoy pensando si hacer o no. He aceptado otras, aunque no estoy autorizada aún para hablar sobre ello. Ojalá y se sorprendan como mismo sucedió al verme en la telenovela”.

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