Por: José F. González Curiel y Yosdany Morejón Ortega
Es una muchacha como millones, pero en sus ojos y su voz resaltan muchos tonos críticos que le dan un matiz especial a sus maneras de pensar y actuar. Conversar con ella es como transitar por un manto esperanzador que te aleja de todo prejuicio hacia la gente joven y te conduce a una especie de ataraxia enaltecedora del futuro, al punto de tener que decirle al yo interno: “Que muchacha para juntar virtudes”.
Por ser fruto maduro de ese proceso lógico de rectificación constante de su propia historia y por sus resultados como estudiante universitaria, Arleny Orozco González ha sido electa delegada directa al X Congreso de la FEU por la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez”.
Su niñez estuvo marcada por la influencia de su familia, “grande pero muy unida, donde me inculcaron la necesidad de superarme y ser una profesional”. En especial recuerda los consejos de su hermana Arlety, ingeniera civil y 10 años mayor que ella, pero que la impulsó en toda su formación inicial.
El maestro Luis Díaz, de su escuelita primaria ubicada en la comunidad de la Cooperativa Juan González, en su municipio Cabaiguán y su profesora Marilín, de español-literatura, en la Secundaria Básica, son los patrones que tiene “en punta” de sus recuerdos. Fueron como miembros de la misma familia que le impulsaban al bien y a la sabiduría.
Una primera confesión que no me resultó extraña: “Desde chiquitica – apunta nuestra entrevistada- me di cuenta de que los niños me encantan y según fui creciendo me incliné por la psicología y la pedagogía”. Pero seguidamente me hizo mirarle a los ojos para precisar el brillo cuando me decía con una sonrisa entre labios: “Tenía más de 98 puntos de promedio en el Preuniversitario, pero yo quería esta carrera, a pesar de los propios profesores me alertaban de otras oportunidades que generalmente son más deseadas”.
Su vida cotidiana es una perfecta antinomia entre códigos del pasado y del presente. “Me gusta mucho leer, sobre todo libros en soporte de papel; escuchar música cubana de la antigua y música en inglés; estudiar inglés”.
También puede que sus palabras, salidas de lo más profundo de su espíritu, dejen entrever un raro aferramiento a los valores que tuvieron espacios en décadas anteriores y que las actuales generaciones de cubanos han modificado de manera sustancial. “Me fijo en los valores de le gente y sobre en la honestidad, la reciprocidad y la sinceridad”.
Espera terminar la carrera de manera adelantada, teniendo en cuenta sus resultados y las proyecciones de su colectivo pedagógico. “Mi sueño inmediato es continuar en el camino para hacerme doctora en ciencias; construir una familia estable porque creo en la pareja, en la estabilidad y me gustaría tener dos hijo, uno de cada sexo”.
Complemento de su postura como joven y futura profesional es su visión esperanzadora del porvenir. “Creo en el futuro de mi país, pero hay que mejorar muchas cosas en el macroproyecto y, sobre todo, en el ser humano. Hay muchas lagunas en el proceso de formación de los jóvenes; se han prendido conceptos equivocados, miradas desviadas hacia los que tratamos de cumplir bien con nuestro deber. Pero confío en que las instituciones y la familia reacomoden el camino para que siga prevaleciendo en nosotros la razón por encima del instinto irracional”.
Así camina por las calles de su país y por los pasillos de su Universidad, poseída de manera natural por las contradicciones normales de los que vivimos hoy en un entorno que es también contradictorio pero consolador; tratando de sortear las carencias de un momento que su cultura acumulada le es suficiente para entender como pasajero y mirando sin miedos al futuro que le inspira a seguir por los caminos del yin y el yang, a lo cubano.